La Mancha

Territorio de abriles, donde gotas de soledades han decidido inspirar al sapo con copas de lluvia, una tras otra, hasta anegar su estómago.
Todos los sabios reunidos especulan sobre su origen, han peregrinado con la pesada Mancha al mar, para difuminar su silueta, frotan con frenesí sobre la panza de un enorme escualo, que temeroso de los hombres, provoca mareas que las grandes mentes temen. Escapan a la costa llena de algas traviesas que les expulsan de sus aguas.
Grandes mentes que, agotadas de tanto torrente de intelecto, explotan, ¡ha llegado una idea!
—La Mancha no será rival para el volcán, su infernal aliento disipará su presencia.
Prestos trepan a la escarpada cima y felices bloquean el cráter con ella. La Mancha resiste, ahogando la entraña del gigante triste. Sudorosos y enojados los grandes arquitectos de la destrucción, descienden, jadeantes, derrotados.
Días, semanas pasaron conectados a la red, pulsando una y otra vez el ratón, ni una señal divina.
—¡Ya lo tengo!, el viento será su enemigo.
Empujaron su difuso cuerpo a la arboleda, donde las mariposas entonan una melancólica banda sonora. Sopla con todo esplendor, la Mancha aferrada a un jazmín  copula.
Los sabios no encontraban remedio a la Mancha, ni el mejor paño de algodón dispersaba su imagen.
—¡Ya lo tengo, es la solución!, llevémosla a la Luna, no lo soportará.
Desde la Luna, la Tierra muestra vida multiplicada, donde los hombres con la Mancha pegada a los pies continúan perdidos en sí.

Roberto Carril Bustamante
02/03/14
© Roberto Carril Bustamante
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